Es la historia de una niña, de manos sucias y ásperas.
De sueños y pesadillas,
de amores y desamores.
Una niña de sonrisa blanca y brillante,
pero no tan brillante como sus ojos tan profundamente negros.
Y esa niña, de la que no nos interesa el nombre,
solo su historia,
es la que nos enternece el alma.
Con palabritas chiquititas y muy tímidas,
con suspiros llenos de lágrimas,
de desilusiones.
Entonces quizá ya no interese tampoco la historia,
solo la niña.
Y niña, mi niña,
solo quédate mirándonos con esos ojos,
mirándonos con esos ojos,
esperando que aquel príncipe azul,
con las manos tan sucias y ásperas como las tuyas,
venga a salvarte de una vez por todas de este mundo tan cruel y vil.
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